De un tiempo acá Netflix ha intentado tomar posesión de nuestros televisores y sustituir al entretenimiento por cable que por tantos años nos dio felicidad. Poco a poco se fue afianzando como la plataforma donde podíamos disfrutar nuestras series favoritas y algunas veces hasta películas, finalmente logró ser la plataforma por default para consumir entretenimiento.


El hacerse paso no fue nada sencillo y si bien todo comenzó con las series correctas, Netflix fue empujando su contenido original, pero había algo, una piedrita en el zapato que le impedía a Netflix que cancelaras tu suscripción a Megacable, le faltaba tener la magnífica televisión basura.


Andie sopleteando


Televisión basura es un termino que me gusta usar pero que está lejos de ser la realidad o tener una relación con su verdadera calidad. A Netflix le faltaba programación para poder apagar tu cerebro y finalmente, entretener, le faltaba el contenido de Discovery Home and Health y mas importante, los programas de concursos.


Si bien tenemos cosas como Tyding up with Marie Kondo y Queer Eye que se parecían mucho a la programación de DH&H, sin duda los programas de concursos son los que vinieron a afianzar esa necesidad de entretenimiento puro. Cosas tan divertidas como Nailed It! supliendo a Master Chef, tan absurdas como Awake: The Million Dollar Show y mas recientemente la totalmente ridícula The Floor is Lava que vino a destronar a American Ninja Warrior fueron tomando espacio en nuestras recomendaciones, pero dentro de todo hay una joya que destaca por donde se le vea y esa joya de cristal es nada más y nada menos que Blown Away.


Vidrio soplado: de artesania a arte


La premisa es bastante sencilla, 10 artistas de vidrio soplado deben cumplir con el reto del episodio para seguir avanzando a la siguiente ronda, cada episodio uno de ellos es eliminado y el ganador recibe una beca en el Corning Museum of Glass además de la oportunidad de realizar su propia exposición en el museo.


Habiendo crecido en Guadalajara, el vidrio soplado siempre ha sido relacionado con artesanías, baratijas que se encuentra uno en Tonalá y en decoraciones de la casa de tu tía, algo a lo que hacen mención en el programa como "arte de tienda de regalos", pero que después de ver el primer episodio te das cuenta de las capacidades de este magnífico arte y lo ves así, como arte.


Pie de Foto


Después de una exitosa primera temporada, donde me mantuve al filo del asiento, mi emoción fue grande al enterarme de una segunda temporada disponible y me tomó tan solo un par de días terminarla, la magia sigue ahí y la mejor arma de la serie es saber controlar la narrativa.


Lucha de gigantes


La primer temporada tejió poco a poco un conflicto entre los dos participantes más experimentados. Deborah Czeresko y Janusz Poźniak se enfrentaron en una final en la que Deborah prevaleció gracias a su excelente visión, la ejecución perfecta no fue suficiente para que Janusz se llevara la victoria.


La serie fue calentando ese conflicto poco a poco, con ambos repartiendo retos semanales y teniendo en la final no solo a los mejores competidores, si no a las dos caras de la moneda. Janusz con una técnica impecable pero falta de conceptualización y Deborah con un sentimiento impactante y personal en su obra, al final, el arte le ganó a la artesanía.


Elliot trabajando


Ahora, en esta segunda temporada la rivalidad no fue tan palpable entre los dos finalistas, pero sí existía el tercero en discordia que hizo que en definitiva me enganchara en la temporada. Chris Taylor, un soplador veterano maestro de jueces y que desde el principio muestra su arrogancia, haciendo enemistad con la audiencia y pensando en su caída como algo bueno en la serie.


Las tensiones siguen y su arrogancia crece, con algunos toques de humanismo los jueces justifican su estadía, pero es cuando se toma demasiada "libertad creativa" cuando la ilusión se rompe en mí. Chris decide no apegarse al reto y a pesar de esto, sigue en la competencia, haciéndome invertir emocionalmente en su caída durante el resto de la competencia, los productores me han enganchado.


No quiero expandirme porque en verdad siento que revelar el ganador es una forma de spoiler, en la que saber quién terminará con esa beca te arruina lo demás. Ese tipo de situaciones junto a las visiones artísticas de cada concursante y la personalidad bien definida, aseguran que no quieras dejar de ver hasta conocer al ganador y más importante, crean una conexión con la audiencia en la que sientes cierto dolor cuando ves a alguno de ellos perder o al contrario, tienes a tu gallo para coronarse campeón.


Entretenimiento, diversión y cultura


Estoy lejos de considerarme un erudito del arte y la mayoría de las veces estoy lejos de ver el verdadero significado de muchas obras realizadas por grandes artistas, pero Blown Away es lo suficientemente mundano para engancharme sin alienarme.


Aún sin tener un ápice de idea, te sientes juez de las obras, es una gran inmersión e inversión sentimental, entendiendo el punto de vista de artista y decidiendo si está bien representado, todo esto, sin perder el entretenimiento.


Blow Away parecía una propuesta arriesgada, pero que sin duda vale la pena el tiempo invertido en ella.